El Pabellón de la Navegación es un pabellón construido para la Exposición universal de Sevilla en 1992, proyectado por el arquitecto sevillano Guillermo Vázquez Consuegra que por ello recibió una mención de edificación en la II Bienal de Arquitectura Española.

Se sitúa al borde del río Guadalquivir, en el sector sur del recinto de la isla de la Cartuja, junto al pantalán que acota el puerto fluvial, entre los puentes de Chapina y de la Cartuja. El edificio mira hacia el centro histórico de Sevilla.

Su dirección exacta es C/ Camino de los Descubrimientos, 4.

Se asienta sobre una plataforma situada a la cota del muelle, ofreciendo su fachada principal al río, resaltando en esta vista la cubierta metálica curvada que ofrece su convexidad a la ciudad histórica y en la que, indudablemente, se advierten resonancias de viejas imágenes de hangares y tinglados portuarios.

Se articula en torno a dos construcciones, una de ellas destinada a servicios (cafetería y restaurante) y otra a los usos propios de la exposición, unidas a través de una gran rampa escalonada cubierta, que al mismo tiempo que las une, se configura como puerta al río estableciéndose una relación visual directa con el muelle, los barcos, el río y la ciudad.

Longitudinalmente, a su vez, el Pabellón se desdobla en dos piezas paralelas que conforman en su interior una calle: la gran sala de exposiciones, cuyo vacío interior permite ser recorrido perimetralmente a través de rampas y galerías, y la pieza de menor dimensión, de servicios (almacenes, talleres, e instalaciones) que, prolongándose en un pórtico abierto, configura la larga fachada homogénea y unitaria del Pabellón a la plaza de los Descubrimientos, es decir, hacia tierra.

Las analogías con el mundo de la navegación se producen, más allá de las formas, en la utilización de un material tradicional como es la madera. La sección se resuelve estructuralmente con grandes vigas curvadas de madera que cuentan con un doble apoyo sobre elementos de hormigón.

En la fachada que da al río, apoyando sobre robustos pilares, se desarrolla una amplia plataforma que sirve de balcón-mirador al Guadalquivir. Apoyados sobre este balcón se alinean cinco lucernarios prismáticos de vidrio que iluminan el interior del Pabellón.

El proyecto consta, además, de una torre mirador, separada del resto del Pabellón, situada al final del pantalán que se adentra en el río, elemento vertical que sirve como contrapunto a las grandes superficies horizontales. La torre se desdobla en dos piezas de distinta configuración formal: una sobre el pantalán, metálica y ligera, que adopta la geometría de un prisma recto de base triangular, que contiene las escaleras de descenso, y otra, de hormigón blanco, que en forma de quilla hunde sus cimientos en el río, conteniendo el sistema de rampas y ascensores. Su altura, en torno a los 60 m, le confiere la condición de un privilegiado mirador sobre la ciudad.